Extracto del capítulo 4 de “El Libro de la Nada”, de Osho
La naturaleza de la consciencia consiste en ser solamente un espejo. El espejo no tiene elecciones propias. Refleja lo que aparece delante de él, no tiene preferencias, no juzga, no condena. En el momento en el que entra la interpretación, el espejo pierde la propiedad de reflejar. Entonces ya no es puro… Se llena de opiniones y queda trastornado, dividido, fragmentado, esquizofrénico. Cuando la consciencia se divide y deja de reflejar, se convierte en la mente. La mente es un espejo roto.
La mente, en su raíz, es consciencia. Si dejas de discriminar y de hacer divisiones dualistas (eligiendo esto en oposición a aquello, gustándote esto y disgustándote aquello), la mente se convierte de nuevo en un espejo, en pura consciencia. Así que abandona todas las opiniones, las filosofías, las preferencias, los juicios, las elecciones. Y esto no debería convertirse de nuevo en otra elección; ese es el problema.
Puedes hacer de esto una elección. “No voy a elegir, a partir de ahora ya no voy a elegir más”. Y de nuevo vuelves a estar en la misma situación; has vuelto a elegir. Ahora estás en contra de elegir y a favor de no elegir. Entonces ¿qué hacer? Sólo se necesita entender, no hay que hacer nada. Ningún esfuerzo te conducirá hasta ello, porque el esfuerzo siempre es parte de la mente dualista. Entonces rechazarás el mundo y elegirás a Dios, perseguirás la liberación suprema. Pero de nuevo habrá entrado la mente… No puedes hacer nada; simplemente estar atento a toda situación. Si lo estás, la mente se evapora en una repentina iluminación. De pronto eres uno con esa consciencia que es como un espejo; has descendido a tu base, a tus raíces. Y cuando esto acontece, toda la existencia desciende a las raíces.
La existencia se muestra ante ti de la forma que tú seas. Todo lo que ves depende de cómo lo veas. Si tienes una mente dividida, todo el mundo aparecerá dividido. Y no es así, porque los opuestos, en el fondo, son uno. La vida y la muerte aparecen como opuestos porque tú estás dividido. De otra forma la vida se vuelve muerte y la muerte se vuelve vida. El mismo día que naces has empezado a morir. Y en el momento en que mueres aparece una nueva vida. Es un círculo: el círculo chino del yin y el yang. Hay que recordar este círculo una y otra vez.
Todos los opuestos están unidos en la existencia. Cuando vuelves a tu origen y te haces uno, de repente toda la existencia se alinea y se hace una. Cuando eres uno, aparece Brahma, aparece lo supremo, porque al uno sólo se le puede aparecer el uno; al dos el dos, a lo múltiple lo múltiple. Tu ser está profundamente dormido. De ahí la insistencia de todos los Cristos, los Krishnas y los Budas: “¡Despierta!”. La verdadera cuestión no es luchar contra la ira, los celos o el odio, sino despertar. Una vez que estás consciente, cada cosa se pone en su lugar. Pero esta consciencia sólo es posible si regresas al origen.
La naturaleza de la mente
La mente está destinada a permanecer dividida, no puede volverse una; la propia naturaleza de la mente es así: mirar las cosas de tal manera que siempre van con su opuesto, porque la mente sólo es capaz de ver a través del contraste. Por ejemplo, ¿cómo vas a saber lo que es la salud si nunca has conocido la enfermedad? Puede que estés sano, pero no te darás cuenta.
Para la mente cualquier cosa es comprensible si trae consigo su opuesto. Pero en el momento en que traes el opuesto falsificas la existencia, porque en la existencia no existe tal cosa como “el opuesto”. La existencia es unitaria, advaita, no-dual. La vida es una; la mente es dualista. Así que si continúas eligiendo, nunca llegarás al origen. Te aferrarás a la vida y tendrás miedo a la muerte; te aferrarás al amor y tendrás miedo al odio; te aferrarás a lo bueno y tendrás miedo a lo malo; te aferrarás a Dios y tendrás miedo al Diablo.
Para la mente todo es un conflicto. Si eliges, entonces eres parte del juego. Y todo el arte consiste en cómo no elegir, cómo entrar en ese estado en el que no hay elección. Pero recuerda, ¡tampoco elijas no elegir! La mente dice: “Está bien, así que elegiré ese estado de no-elección”. Y vuelves a caer en la misma trampa.
¿Cuál es el propósito de todo este juego de la existencia? ¿Cuál es el significado de todos esos árboles creciendo, de los seres humanos, de los animales? ¿Cuál es el significado de esta tierra y este cielo? ¿Cuál es el significado de todo esto?
Para la mente, el significado debe de estar al final, en el lugar hacia donde se mueve esta existencia, en su destino, hacia donde vamos. Sin embargo, “volver a las raíces es encontrar el significado, pero perseguir apariencias es alejarse del origen”… El significado de la existencia y la vida no se halla en el futuro, ni en el deseo, ni en el destino, ni en ningún otro lugar… Se encuentra en sus raíces, en la semilla… Quizá oculto, no visible, pero está en la semilla, porque no puede surgir nada que no esté en ella.
Incluso si existe un destino, la de hallarse oculto en la semilla, como la flor lo está en la semilla. El final tiene que estar en el principio; el omega en el alfa. Jesús dice: “Yo soy el principio y el fin. Soy el alfa y el omega”. El principio es el fin, porque puede que el fin no esté patente en este momento, pero tiene que estar aquí, no necesitas esperar. La semilla siempre está aquí y ahora, en el presente, porque todo el pasado está en el presente. Y, por supuesto, también todo el futuro, aunque el futuro no ha ocurrido, mientras que el pasado ya ha ocurrido, el principio ya ha ocurrido. Penetra en el principio, ve a las raíces, al origen, y el significado te será revelado.
Y ahora llevas en tu interior la semilla; la semilla de todo significado, de toda posibilidad, de todas las puertas que pueden abrirse y de todos los misterios que pueden ocurrir. ¡Llevas la semilla en ti! Pero si esperas al futuro puede que nunca jamás ocurra, porque el futuro es infinito y esperar será perder vida, tiempo y energía y, finalmente, se convertirá en un hábito, Y entonces puede que la flor florezca y tú no la veas, porque el ver no depende de la flor, sino de la capacidad de penetración de tus ojos. Y tus ojos no son tan penetrantes. Si lo fueran, verías que el principio está siempre ahí, que la semilla está siempre ahí.
Si miras hacia el futuro y esperas a que, en algún lugar, se revele el significado, entonces tarde o temprano sentirás que la vida no tiene significado. Eso es lo que está ocurriendo en Occidente, porque la filosofía ha estado pensando siempre que el destino estaba en algún lugar del futuro.
Parece absurdo pensar que el destino está en el principio. Así que la mente dice que el destino tiene que estar en algún lugar hacia adelante, porque ella se mueve a través del deseo. Y ahora que siempre se ha estado pensando en términos de futuro, la mente occidental piensa que no existe ningún significado porque el futuro nunca ha llegado. De hecho, ¡nunca llega! No puede debido a su propia naturaleza. Siempre está llegando, pero nunca llega. Entonces, esperando y esperando, sientes que nada tiene ningún sentido… ¿para qué seguir arrastrándose?, ¿para qué vivir? Si no tiene ningún significado y te mueves en la misma rutina: levantarse cada día, ir al trabajo, ganar algo de dinero, dormir por la noche, soñar y otra vez la mañana...; la rueda sigue girando y no llegas a ninguna parte. Al final está la muerte. ¿Así que para qué esperar? ¿Por qué no suicidarse? ¿Por qué no acabar con todo este sinsentido? ¿Por qué preocuparse tanto y vivir con una carga tan pesada y con tanta ansiedad y angustia por algo que no tiene sentido? Es una conclusión lógica.
Sin embargo, si realmente quieres encontrar un significado, la única forma es mirando en el interior de la semilla, que está aquí y ahora. Pero la mente prefiere mirar al futuro. Es más fácil. Mirar dentro de la semilla es difícil. Esta es la única sadhana, este es el único esfuerzo arduo: mirar en el interior de la semilla. Porque si quieres indagar en la semilla, necesitarás una cualidad de visión diferente, otros ojos que sean capaces de penetrar en la semilla y ver ahora lo que lleva consigo.
Si de verdad quieres mirar en el interior de la semilla, mira hacia adentro porque tú también eres una semilla en el interior. Perteneces a esta existencia, has surgido de ella. Esta existencia ha puesto su sello en ti. Esto es la meditación: mirar en el interior de la semilla, dentro de uno mismo. Allí el significado florece inmediatamente. Siempre ha estado allí; sólo necesitaba de tu atención. Pero lo habías descartado, te había sido indiferente. Habías estado ocupado, liado con otras cosas; has estado dándote la espalda a ti mismo. Y el significado espera y todo el propósito de la vida permanece oculto; y toda su gracia y sus bendiciones sólo esperan y esperan a que te des la vuelta.
Afuera sólo hay apariencias. No puedes conocer lo que hay afuera, porque a través de los sentidos sólo puedes tocar la apariencia… Yo no puedo verte. Sólo puedo ver tu cuerpo, ni siquiera el cuerpo entero, tan sólo la superficie de la piel. ¿Cómo saber quién hay adentro? No puedes penetrar, sólo puedes moverte alrededor, tocar la superficie… Solamente tú puedes entrar en ti mismo. Solamente ahí puedes estar seguro de la consciencia; en ningún otro lugar.
Este mundo puede ser sólo un sueño. ¿Quién sabe? Ha habido muchas filosofías y teorías que han intentado demostrarlo. Pocos creen en ellas, pero tampoco nadie ha sido capaz de refutarlas… Puede que todo sea un sueño, no hay forma de refutarlo. Coloquialmente, como mucho, podemos decir que son apariencias, pero en el fondo no hay forma de saberlo.
Hay sólo una realidad de la cual puedes estar absolutamente seguro y es tu realidad interior: sólo puedes estar seguro de ti mismo, de nada más… Recuerda, hasta en sueños tú eres… Para que pueda existir un sueño por lo menos tú eres necesario. Todo lo demás puede ser un sueño pero tú no, porque sin ti ni siquiera el sueño puede existir. Hasta para soñar se necesita la consciencia. Puedes demostrar que todo es un sueño, pero no puedes demostrar que el que sueña es un sueño, porque el que sueña tiene que ser real, de otra forma los sueños no pueden existir.
Sólo una cosa es absolutamente cierta y esa es tu realidad interior. Conversión quiere decir ir de un mundo incierto, el mundo de las apariencias, al mundo de la realidad. Y una vez que tienes esta certeza interior y se solidifica, una vez que sabes que eres, entonces desde esta certeza la visión cambia y la cualidad cambia: miras el mundo exterior y se abre ante ti un mundo diferente. Este mundo es Dios.
Ahora puedes mirar... y el mundo entero cambia. Ya no son apariencias, sino la realidad, lo auténticamente real, que no son las formas externas, pues estas cambian, sino lo que se mueve a través de las formas, que es inmutable. Primero fuiste niño, luego joven y ahora te has hecho viejo: la forma ha estado cambiando constantemente. Tu cuerpo cambia a cada momento, la forma cambia; pero si te fijas, en tu interior siempre has sido el mismo.
La consciencia nunca cambia, no tiene edad. Tu realidad no tiene edad; nunca ha nacido y nunca morirá. Una vez que te centras en esta eternidad, inmutable, entonces tu cualidad cambia, puedes ver, te conviertes en un espejo. En ese espejo se refleja la realidad. La mente distorsiona la realidad y la consciencia la revela.
Si continúas persiguiendo apariencias te alejarás del origen, porque las apariencias pertenecen al exterior. Unas veces persigues riqueza, otras una mujer o un hombre, otras prestigio y poder... y sigues persiguiendo apariencias. Y todo ese tiempo te alejas de ti mismo, vives en un sueño. Si te alejas del origen te lo pierdes todo. Puede que en el mundo exterior consigas muchas cosas, pero al final descubrirás que no has conseguido nada. Te has perdido al que lleva consigo todo el significado.
Sólo aquello que transciende la muerte es poderoso; todo lo demás es impotencia. Puede que durante algún tiempo te lo creas, pero la muerte te mostrará la verdad. Recuerda siempre que la muerte llegará y ella es el criterio: lo que sea que pueda transcender la muerte, lo que sea más poderoso que ella, será la realidad. Lo real no puede morir y lo irreal muere una y mil veces.
“En el momento de la iluminación interior se transcienden las apariencias y el vacío”… La luz está ahí pero tú la echas fuera. Se mueve con tu deseo. Ves lo que deseas. Tu deseo es tu visión, tu luz siempre se enfoca en tu deseo. Cuando esta luz se gira, se invierte, se mueve hacia adentro, es la iluminación. Y de repente vas más allá de las apariencias y del vacío. Ya nada es sólo la apariencia y nada está vacío, todo está lleno de divinidad, cada árbol, cada río, cada océano… Entonces Dios está en todas partes. Puedes llamarlo la verdad, o lo que quieras, pero lo real está en todas partes. Cuando tú eres real, el mundo es real; cuando estás viviendo en deseos irreales creas un mundo de apariencias. Tu mundo es lo que tú eres. Y hay tantos mundos como personas, porque toda la gente crea su propio mundo a su alrededor. Esa es tu proyección, tu creación.
“A los cambios que parecen ocurrir en el mundo vacío los llamamos reales solamente debido a nuestra ignorancia”… Nadie es joven y nadie es viejo. El interior no tiene edad, sólo cambia la forma exterior. El cuerpo no es más que un vestido. ¿Se puede decir que alguien sea viejo o joven basándose en el cuerpo? ¿Por la forma, que está cambiando constantemente? La realidad es inmutable, no cambia. Lo que va cambiando son los vestidos. Por ejemplo, si el médico te dice que tienes cáncer, ten en cuenta que en lo que a ti concierne no tienes ningún cáncer. El cáncer es algo que concierne a las ropas. Así que acuérdate. Y cuando te digan que alguien ha muerto, no olvides que es mentira, que sigue muy vivo… Parecerá una locura en este mundo de locos donde se cree que las ropas son lo real.
¿Cómo vas a buscar lo Divino?, ¿cómo vas a buscar la verdad?, ¿qué vas a hacer? Todas las búsquedas surgen de la mente. La consciencia nunca busca, nunca persigue nada; la consciencia simplemente es. Es ser, no es un deseo. Y la búsqueda es un deseo. Has buscado la riqueza en el mundo, el poder y el prestigio… y has fracasado. Ahora buscas a Dios y la verdad, pero tú eres el mismo. Nada ha cambiado, sólo las palabras. Antes era “poder” o “riqueza”, ahora es “Dios”; pero eres el mismo buscador.
La verdad no se puede buscar. Por el contrario, cuando toda búsqueda cesa es cuando la verdad llama a tu puerta; cuando el buscar ya no existe, la verdad te llega. Cuando dejas todos los deseos, cuando ya no tienes ningún motivo para ir a ninguna parte, de repente descubres que estás iluminado… De repente llegas a darte cuenta de que tú eres Krishna, de que tú eres Jesús. No te llega ninguna visión; eres el origen de todo, eres la propia realidad.
“No busques la verdad; tan sólo deja de mantener opiniones”… La opinión es de la mente y la verdad no viene de la mente; la verdad ocurre cuando ya no hay mente. La opinión es lo conocido y la verdad es lo desconocido. Cuando cesa lo conocido, lo desconocido llega a ti. Con la mente no puedes alcanzar la verdad. Esto es lo único a lo que hay que renunciar: la mente, la opinión, el ser esto o aquello…
Observa la diferencia. La consciencia es como un espejo: lo que sea que se ponga ante él es reflejado, sin ningún prejuicio. Otra cosa es una placa fotográfica. También refleja, pero sólo una vez y luego el reflejo se queda adherido. La mente es como una placa fotográfica: refleja y se aferra al reflejo. Entonces lleva esa información muerta, siempre la misma información. Un espejo refleja y de nuevo se vacía... está siempre dispuesto a recibir porque nunca se queda apegado a nada. El espejo no opina. La mente tiene muchas opiniones y debido a ello nunca será capaz de llegar a la verdad.
“No permanezcas en el estado de dualidad; evita cuidadosamente esas búsquedas. Si queda rastro de esto o aquello, de lo correcto o lo incorrecto, la esencia de la Mente se perderá en la confusión”… Hasta puedes entender que hay que abandonar toda información, pero tu conciencia de lo bueno y lo malo está en un nivel aún más profundo que la información ordinaria. Puedes pensar: “Está bien, ya no soy ni esto ni aquello”, pero ¿la moralidad, el bien y el mal...?... Tienes que abandonar todos los conceptos, incluidos el bien y el mal.
Lo sabes por experiencia... Si piensas demasiado en ser bueno, ¿qué harás? Lo malo seguirá ahí, lo reprimirás. En la superficie lo pulirás, pero en el fondo habrá inquietud. La diferencia sólo radica en qué es lo que está en la superficie y qué es lo que está oculto. Pero la división permanece; si estás dividido no puedes entrar en la fuente original.
Es como un árbol, un gran árbol con miles de ramas. Si te aferras a las ramas ¿cómo vas a llegar a las raíces? Cuanto más profundo vayas, menos ramas habrá, las ramas irán desapareciendo y llegarás al tronco único, sin ramificaciones; con todas las ramas en él, pero sin divisiones en sí mismo. Todo sale de él. Lo múltiple sale del uno, pero el uno sigue siendo uno. Tienes que regresar al uno. Y esta es la raíz, el origen.
“Aunque todas las dualidades proceden del Uno, no te apegues ni siquiera a este Uno”… Por tanto, no hagas de esto una teoría a la que aferrarte, dispuesto a pelearte si alguien te lleva la contraria. La verdad está ahí. No es una teoría, es una realidad; tiene que ser experimentada; no puedes pensar acerca de ella, no puedes filosofar sobre ella. Cuanto más filosofas, más te alejas.
Los que están a favor de la dualidad dicen que la existencia no es posible sólo con el uno; y aquellos que dicen que es uno, no-dual, también luchan contra los que están a favor de la dualidad… Si realmente has entendido que todo procede del uno, ni siquiera te identificas con ello, porque el identificarte muestra que estás a favor de algo y en contra de algo. Si dices: “Soy no-dualista”, no has entendido nada; porque si sólo existe el uno, ¿cómo puedes ser dualista o no-dualista? ¡Quédate en silencio! Un verdadero no-dualista no puede afirmar, no puede decir: “Yo creo en esto”, porque el creer siempre implica el opuesto. Si digo: “Creo esto”, entonces queda implicado que no creo en lo otro, entonces se crea el dos.
“Cuando la mente existe imperturbable en el Camino, nada en el mundo puede ofender”… Si realmente vives imperturbable, no se te puede insultar; pueden intentarlo, pero tú no te sentirás insultado. Pueden hacer lo que sea para insultarte, pero no te afectará. Y a no ser que a ti te afecte, fracasarán. Si alguien se enfada, es su problema; si insulta a alguien, es su problema; si abusa de alguien, es su problema. Si tú estas tranquilo, estás tranquilo. Pero inmediatamente te inquietas; eso quiere decir que la ira y el insulto del otro son sólo una excusa. Tú estabas dispuesto, hirviendo por dentro, sólo a la espera de cruzarte con cualquier excusa.
“Y cuando ya nada puede ofender, deja de existir tal como era antes”… La cualidad cambia con la actitud. Si alguien te insulta, es un insulto porque a ti te lo parece, porque te sientes insultado. ¿Cómo te iba a parecer un insulto si no te sientes insultado? Si alguien te odia y lo sientes como odio es porque te molesta. Pero si alguien te odia y a ti no te molesta, ¿lo llamarás odio? Ese nombre ya no será el adecuado, porque ya no tienes la misma actitud y cualidad.
Puede que hasta sientas compasión, porque cuando alguien está enfadado está envenenando su propio cuerpo, su propio ser; está enfermo. Si alguien tiene cáncer no te peleas con él. Le llevas al hospital. Y si el mundo se iluminara un poco más, siempre que alguien se enfadara, toda su familia, sus amigos, le llevarían al hospital. Lo que necesita es una buena cura. Es estúpido pelearse y enfadarse con él. Es absolutamente absurdo: está enfermo y, para colmo, todos se ponen en su contra. Con las enfermedades físicas tienes compasión, pero con las mentales no tienes ninguna porque tú también sufres esa misma enfermedad mental, de ahí esa actitud.
Una vez que eres imperturbable, todo cambia porque tu actitud cambia. Eres diferente, el mundo entero es distinto, deja de existir tal como era antes.
“Cuando no surgen pensamientos discriminatorios, la mente de antaño deja de existir”… La discriminación -eso es bueno y esto es malo, esto me gusta y esto no me gusta…- es la mismísima base de tu mente. Si desaparece, la mente cae en un abismo y llegarás al origen. Y este origen lleva consigo todo el significado, todo el sentido, todo el éxtasis, todas las bendiciones.
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